jueves, 14 de julio de 2011

Todo fue un sueño.


Oscuridad, vacio. Eso mismo es lo que siento ahora mismo en mi interior. Estoy temblando, y apenas me salen las palabras. El miedo mezclado con la ansiedad no da buenos resultados. Mi corazón se desangra poco a poco, mostrandomelo con lágrimas saladas que salen de mis ojos; las cuales empapan todo mi rostro. La verdad, no puedo parar de llorar. Tengo miedo, celos, envidia, dolor, desilusión y un conjunto mucho más grandes de sentimientos en mi interior. Y sí, todo tiene una explicación. Siempre he pensado que todo lo bueno no es un sueño; pero ya me di cuenta de que estaba equivocada. Porque no quiero ver la realidad; todo a sido un sueño. Un triste sueño, que ha quedado en el olvido entre los demás, escrito levemente con palabras, mientras el pulso me temblaba. Pues ya nada volverá a ser como antes. Tenía razón; era demasiado tarde.

viernes, 8 de julio de 2011

Lo siento, rutina.

Sé que estás enojado, enfadado y hasta quizás, dolido. Creeme que lo sé, ya que te conozco mejor que cualquier persona que halla crecido a tu lado, que fuera contigo a parvulitos, o cualquier persona que piense que lo sabe todo de ti. Pues en casi dos años, he aprendido cada una de tus expresiones. Sé que cuando suspiras, no es que estés enojado; no es nada malo. Sueles suspirar entre besos, entre caricias, sin poder creer lo que está pasando. Conozco cara una de tus sonrisas y de tus expresiones, y sé realmente cuando intentas fingir que estás bien. Conozco los signos que usas con frecuencia para mostrarme que algo dentro de ti, que tu gran órgano vital, se encuentra mal. No sé si tu sabrás que ya me he dado cuenta, o quizás hayas cambiado tanto, que ya no sé ni reconocerte. Pero signos parecidos a ":)" o "x)" me indican que tu humor de ánimos no es muy bueno. Sé que quizás suena absurdo, ya que cualquiera puede usarlo sin más; pero tú conmigo siempre lo has usado cuando estabas enojado, o herido. Y ahora, siempre. Sé que no soy perfecta, sé que hago muchas cosas mal, pero aún soy una cría. Siento no tener más de catorce años y ser aún un poquitín inmadura. Siento no saber como reaccionar, y al intentar buscar la felicidad, dañartela a ti.
Pero sé que no estás bien. Sé realmente que esto te duele, por más que trates de aparentar ser tal y cual como una roca, que por dentro está rota. Sé que todo ha sido mi culpa, y quiero pedirte perdón. Perdón por todo, perdón por haberte echo daño; te lo juro no fue mi intención. ¿Sabes? Solo quería recuperarte. Soñaba con estar contigo de nuevo, con probar el dulce sabor de tus labios. Pero estoy cansada, estoy cansada de luchar y de no conseguir nada. Estoy en medio de una guerra en la cual no tengo ni la más mínima posibilidad de vencer; pero si de morir. Estoy en vida sin vivirla, y la única ilusión que tengo, es poder tenerte aquí. Pero no me quedan fuerzas, ni lágrimas por derramar como para luchar algo por lo que he perdido. Pero lo intento, y caigo, me vuelvo a caer, y me hago daño. El corazón me sangra por dentro. Mis ojos acumulan lágrimas saladas, que resbalan sin obstáculos por mis mejillas, hasta llegar a mis labios, o quizás a mi cuello, siguiendo su trayectoria hasta mi camiseta; con pequeñas marcas negras, por la pintura que suele haber sobre mis ojos. Una lágrima, significa demasiado. Es un pedacito de alma, que necesita escaparse del cuerpo, desahogarse. Llorar se a combertido en mi rutina, y estoy cansada de ello. Un día, mi padre me dijo que todos hemos de adaptarnos a una rutina, ya que si cada día era distinto, al final acabaríamos volviéndonos locos, y yo le dije que odiaba las rutinas; que prefería los altibajos. Está claro, prefiero estar un día feliz, aunque al otro, me lo pase llorando, contemplando como la vida pasa; pues no quiero pasar mi vida entre lágrima y lágrima. Pero eso no se puede elegir. La rutina, es la rutina. Y mi rutina, eres tú.

jueves, 7 de julio de 2011

La regla de tres.


Me apetece hablar de ti. Creo que tengo derechos para hacerlo, aunque en realidad, no. Tan solo tengo necesidad de liberarme. Necesidad de expresar lo grande que eres; el paisaje más bonito que jamás podré ver. De expresar como me pierdo al ver tu sonrisa, y ese pequeño oyuelo dibujado sobre tu barbilla. Que me encanta tu cabello, y aún sueño con poder revolverlo algún día. Y tus labios, no hay palabras para ellos. No me gustaría abandonar esta vida sin probarlos aunque sea una vez, sin saber como realmente saben. Luego, está tu cuerpo; pequeña perfección en un mundo de imperfectos. Como expresar que eres lo más bonito que he visto en todo este mundo. Que sé que no es imposible, pero si improbable el hecho de que algún día te tenga realmente a mi lado. No sé si podré abrazarte a tu pecho algún día de estos, y poder confesar que los sueños tan solo mueren cuando se hacen realidad. Tampoco si podré besarte por el cuello, por el pecho, por las mejillas, por la nariz, por la frente, por el pelo, por las comisuras de los labios, por ellos mismos, por las manos, por los brazos, por todas las partes de tu cuerpo. Tampoco podré saber nunca si podré tenerte tan solo a unos dos centimetros, y darme cuenta de lo bonita que es la vida. Nunca voy a poder saber realmente lo que sientes por mi, ni si algún día nuetra misión sea llenarnos de besos. Me gustaría estár a tu lado, tener fotos contigo, videos; para poder verlos cuando te eche de menos. Realmente me gustaría tener una foto de ambos colocada sobre la mesilla, y darle un leve beso antes de irme a dormir; pero eso, me resulta ahora un poco más imposible que improbable. Estás muy lejos, una pared demasiado gruesa nos separa. Después, está mi miedo. Y la edad, y la gente, y el puto destino. Joder, maldigo a todo lo que tengo a mi lado. Maldigo a lo que me hizo separarme de ti, y a lo que ahora mismo está haciendo esa función. Maldigo a la vida, al destino; será puto. ¿Por qué está tan jodidamente empeñado en separarme de lo que más quiero? Estoy cansada de que se divierta jugando con nosotros, con nuestros sentimientos, con nuestra relación. Ya no puedo gritarle al viento un te amo, ya que lo llevará a tus oidos, para ponerlo en mi contra. Ya no puedo escribir tu nombre en cualquier lugar; ya que otros te harán creer que no me refiero a ti. Ya no puedo soñar con un futuro a tu lado; ya que el mismo destino me está demostrando que es imposible. Ya no puedo hablar de ti, ya que nunca nadie me escucha. Pero tengo que admitirlo, y me duele. Me duele, me duele estár enamorada de ti hasta las trancas. Porque te amé, te amo, y te amaré, pero del mismo modo, te perdí, te pierdo, y te perderé. Triste regla de tres.

El gran muro.



Hoy me dormí en el lado opuesto de la cama. No sé por qué, pero estaba cansada de seguir la rutina, y las traduciones; de estár lamentandome otro día más por no tenerte entre mis brazos. Por ello, cojí la almohada, la abrazé y me aleje de mi mesilla, de mi movil, de los libros que tengo sobre ella. Y me dirigí hacia mi armario; dentro de el, hay dos fotos tuyas. Quizás por eso esta noche mientras que dormia, me sentí más segura. Hasta que inconscientemente, me giré, calculando mal la distancia que había entonces desde allí hasta mi pared, y mi cara se estampo contra ella. Sentí un fuerte dolor en mis mejillas, y abrí los ojos, algo confundida. En ese momento me dí cuenta de que uno de mis dedos sangraba, ya que la pared había decidido luchar contra el, y como bien lo había demostrado; mi dedo había perdido. Me lo llevé a la boca, aún con el sueño echado encima, y en ese momento, posé mi mano herida sobre el armario. Estabas allí, y yo lo sabía. Pero esta vez, no me habías protegido. Habías dejado que me hiziera daño, y en un momento, mientras que me volvia a dormir de nuevo, me di cuenta de una cosa. Realmente me lo merecía, me merecia todo el dolor.
Inconscientemente, volví a hacer el mismo movimiento. No sé si realmente es que me muevo demasiado en sueños, o es que me movias tú, pero volví a chocarme contra la pared. La lucha que ella quería comenzar hizo que me despertada de nuevo, y la maldiciera. Revolví mi cabello y decidí separarme de la pared; como si ella fuera todos los obstaculos que se nos han puesto delante. Por un momento, la miré. La miré y me eché a llorar. La verdad, era igual a todos los obstaculos que tenemos ante nosotros. Un gran muro que nos separa, mucho más fuerte que mi pared, dedicado a herirnos. Supe entonces que eso trataba de decirme algo, pero antes de darme cuenta de qué, el sueño me vencio. Llevaba un día entero sin dormir, intentando comprender el motivo por el cual cada vez todo se hacía más dificil, y lo encontré: "Soy yo, siempre lo cago todo". Y también entendí que era por miedo. Miedo a los obstaculos, a que sé que nunca te volveré a tener. ¿Acaso debería de rendirme? Es posible. Siempre te puedes retirar de la partida, y afrontar tu derrota, pero no es lo que espero de mi. Tampoco creo que es lo que tú esperas de mi. Pero ya llevo demasiado tiempo en la misma partida, y se me están acabando las fichas con las cuales jugar. Y siento miedo, realmente miedo; por no volverte a ver sonreir de nuevo.
Supongo que aquello de que a la tercera, va la vencida, tiene un poco de razón. De nuevo decidistes que me chocara contra la pared. Abrí mis ojos, algo cansada de aquella situación y dejé escapar algunas lágrimas. Por un momento sentí que tu estuvieras detrás de ella, y que no tenía nada para destruirla. Era la verdad. Tú estabas tras una gruesa pared, que nada era capaz de romper, y yo, al otro lado. La golpeé, dandole un suave puñetazo, ya que a aquellas horas de la mañana, no me encontraba con demasiadas fuerzas, pero ese suave puñetazo, me parecio suficiente. Quería que se rindiera, que me mostrara el camino hacia ti. Pero nada fue como yo esperaba, la pared se rio, burlandose de mi. En realidad, no lo hizo, ya que aquello es imposible, pero yo lo sentí. Sentí como se reia de mis leves esfuerzos, de ver lo asustaba que estaba. Y la pataleé, llené de patadas aquella maldita pared, dejando escapar varias lagrimas por mi rostro, dejando que viajen por el. Pero a pesar de mis patadas, los obstaculos no se iban. Sentí como si me encarcelaran, como si todos me rodearan, como si 4 estrechas pareces me quitaran todo el aire que había en mi habitación. Aluciné, sintiendo como las paredes de mi cuarto se encojian, hasta dejarme en un espacio muy reducido, posada sobre mi cama. Sabía que todo aquello no era cierto, que se debía al pánico, pero por un momento, me sentí prisionera de la vida. Prisionera de estar en ella sin poder vivirla. Todo estaba oscuro, no había ni una simple ventana abierta para disfutar viendo almenos como los demás eran felices. Cerré mis ojos en ese momento, queriendo desaparecer, y luego volví a abrirlos. Todo seguia igual, estaba encerrada entre cuatro pequeños muros, entre todo lo que nos distancia, entre el tiempo, la distacia, el miedo, los celos, los engaños, las mentiras; entre un muro demasiado grande como para ser demolido. Intenté buscar una salida, pero era imposible. Entonces me dí cuenta de que ya era demasiado tarde; te había perdido. Aquello era una señal, y al tratar de entenderlo, sollozé. Lloré, dejando salir de mi todo el miedo, toda el ansia, toda la rabia hacia mi misma. Y entre lágrima y lágrima, las paredes volvieron a su sitio. No lo vi, ya que mis ojos estaban cerrados, pero sentí en ese momento que un peso se me quitaba de encima. Cuando abrí los ojos, todo volvia a ser como antes. Mi habitación era la misma, ancha. Todo seguia en su mismo sitio, y mi cara estaba algo alejada de la pared.

miércoles, 6 de julio de 2011

En vida sin vivir.


Hace muchos días que no escribo aquí, simplemente porque tengo miedo. El día menos esperado siento que cada vez se acerca más, y tengo miedo. Tengo mucho miedo de perderte, y no soy capaz de hacerme la idea. Hace días que no escribo aquí porque no me encuentro con fuerzas como para levantarme de la cama, y esbozar una pequeña sonrisa, diciendome a mi misma: "Se positiva Marta, hoy es tu día, tu gran día, sé que tu puedes". Últimamente me levanto de la cama obligada por mis padres, y me paso el día mirando a la nada, apenas sin comer; por lo cual, recibo muchas quejas. Hace ya unos días, que no paro de leer. Historias que me hacen romper a llorar, al imaginar que el chico del cual habla, que ella está tan, tan enamorada, podrías ser tu. Y así se pasan mis días. Se pasan las horas, los minutos, los segundos, y cada vez te echo más de menos. Te echo mucho, mucho de menos, Sergio.
Siento que vivo sin vivir. Que estoy en vida sin poder disfrutar de ella. ¿Por qué? Porque no te tengo a ti.

Te necesito, y estoy segura de ello.


Necesito desahogarme. Necesito decirte que te quiero, que te quiero pero que estás lejos de mi. Que te siento cerca, pero a la vez tan lejos. Necesito pedirte perdón, por todo. Necesito reconocer que no soy lo que esperastes de mi. Necesito gritar y llorar, sin que nadie me lo eche después en cara. Necesito que no me eches de tu vida. Necesito un hueco en tu almohada, entre tus brazos. Necesito estar contigo. Necesito decirtelo todo. Necesito poder ser yo de nuevo. Que todo sea como ayer, que el destino no se intrometa más. Ser fuerte para mirarte a los ojos y no temblar. Ser capaz de dar la vida por ti, tal como quiero hacer. Confesarte que te amo, y que cuando estoy contigo, no me importan los demás. Que fui una idiota por dejarme influenciar por personas, y más personas. Que fui una idiota por dejarme llevar. Que fui una idiota por ser una cria y no saber como reaccionar. Pero creo que ya pagué demasiado. Creo que ya he aprendido la lección. Creo que he tardo en darme cuenta, pero que ya estoy segura. Segura de que no debí cagarla contigo. Segura de por qué lloro todos los días. Estoy segura de que te amo, de que te amé y de que siempre te amaré. Estoy segura de que he perdido el tiempo intentando olvidarte. Pero también estoy segura de otra cosa, de que tengo sentimientos. Estoy segura de que siento y padezco como todos los demás, y tener en falta una sonrisa o un abrazo en mi, me afecta. Estoy segura de que no soy lo que quieres para ti, ni lo que querías. Pero estoy segura de que no existe nadie más como yo en este mundo, y de que nadie te amará tantisimo como yo.