miércoles, 3 de julio de 2013

Todo ha sido un sueño.

Sus melenas revueltas, a la vista parece contenta, despeinada, despreocupada, camina alzada, como si acaso nada le parara. Y sus pies, bailan por doquier, caminan sin querer, avanzando aunque la salida no se pueda ver. Mientras, su pelo ondeaba el viento olvidándose de sus cuartadas. Mientras, la soledad le acompañaba, al no tener a nadie que le agarrara.
Con paso lento, atento, como si el tiempo estuviera muerto, ese esqueleto de huesos cubiertos avanzaba entre su silencioso lamento. No se veía la clavícula, ni las caderas, ni tantos fallos y contreras, no se apreciaba sus costillas, que eran iguales que las astillas cuando su cuerpo reposaba en una superficie fría, ni sabía la existencia de ese alma caída, vendida después de todo lo que venía.

Entre dos barras de hierro camina, y vaya, no se lastima, aunque debería caerse entre las malas pesadillas. Con una sonrisa precisa finge, insiste, no existen las horas tristes, a pesar de que pronto solo se verán las cicatrices: esas allí, aquí, en su piel que ya ni sabe lucir. Esas que ocurrieron por querer dejar de existir, esas que se apoderaron de su forma de vivir.
Princesa demente, con cosas pendientes, que caminas entre la gente, te observa, vaya pena, de veras. Pero tu como si no existieran, mirada al suelo, sueños callejeros, escondiéndote en los agujeros, como si fuera todo lo que espero. Aunque en realidad espero que no acabe tu juego.

Y como tu sabes bien que mientes, y yo lo tengo presente, decidí finalizar tu baile en ese ambiente. Te agarré, te hice ver que eso no estaba bien, y entre mis brazos te acurruqué. Las lágrimas saladas, en presencia de todo lo que te faltaba. Las alas rasgadas, ya nunca más podrás sentirte amada. Pero no todo esto marca un acaba; si no el inicio a algo que bien faltaba. Con besos, suaves de esos, iniciamos un nuevo cuento, donde las malas veladas pasadas, se queden olvidadas. Posando los labios en tu frente, borro todos tus recuerdos y pensamientos dementes, y entonces ya ni sientes. Te desmayas, como si acaso hubiera ganado la muerte. Tu cabello ya ni se mueve, hago yo misma que se eleve, al acariciarlo de forma breve. Y como una campeona, te despiertas y me cuentas, que una gran pesadilla abarcó tu renta. Desvaneciendo todos los espejos para que no te veas el reflejo y vuelvas a temer a eso que solo tu ves cierto, te prometo que solo ha sido un sueño, y pronto, toca la hora del comienzo: tomar el alimento.