viernes, 8 de mayo de 2015

Me encantaría volver a escribir, pero estoy tan agotada que no tengo ni tiempo para ello. Ni tiempo para pensar en mi, en mis estupideces y en todos mis demonios. Demonios que me estan dejando sin oxígeno, pero supongo que no importa; esto al fin y al cabo nunca me ha importado. Nunca me ha importado ser infeliz. Nunca me ha importado mi vida, mis problemas; es una parodia que hasta yo misma me haga putaditas. Pero así es la vida, cuando le tienes asco en realidad a quien más asco le tienes es a ti misma. Tal vez no por ti, sino por tus vivencias, por tu amargura, y una vez marchitada es imposible dar marcha atrás. Cuando te quedas desnuda, dejando al aire todas tus cicatrices provocadas por ti misma, no eres más que una miseria. Y eso soy, un monstruo, y poco más. La bestia que en vez de destruir al resto se desgarra a si misma. La bestia que se alimenta del odio y del daño que le hacen para traducirselo a ella. La bestia que llora cada noche aunque sin lágrimas. Cuando es tanta la amargura, he comprendido que tal vez por orgullo ni las lágrimas salen; es más, cuando lo hacen es como un consuelo. Consulo, una liberación. Cuando no, es un amargo silencio, una marga condena entre ese corazón mustio. Mustio, porque se encuentra dormido. Tan destrozado y confuso que ya ni sabe que hacer. Porque lo único bueno que tiene podría abandonarle. Porque esta condenado a apagarse aun más poco a poco. Apagarse, como si sonrisa, como mis vivencias, como mi aspecto. Me he vuelto tan desganada por este maldito agobio que he dejado de ser humana. Soy un muerto viviente en busca de la muerte. Un alma que sigue por seguir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario